Paulina y las fresas de la musaraña
Y va la hija al huerto y le dice a la musaraña:
- ¡¡Ffffussss, fusssss!! ¡Fuera! Ya vale de comerte todas las fresas. ¡Fuera!
Y dice la musaraña:
Le dice la niña otra vez:
- ¡¡Ffffussss, fusssss!! ¡Fuera bribón! ¡Ya te lo avisé ayer! Ya vale de comerte todas las fresas. ¡Fuera!
- ¡Vente, niñita! ¡Venga vente! Móntate en mi rabito y te llevaré a mi hogar. ¡Vamos!
Bien llegado al huerto dice Paulina con disgusto:
- ¡Ffffussss, fusssss!! ¡Fuera! ¡Narices! ¡Ya te lo avisé los dos días pasados! Ya vale de comerte todas las fresas. ¡Fuera! –aunque rápidamente sintió pena la chica durante las últimas exclamaciones.
Dice entonces la musaraña con la simpatía habitual:
- ¡Ahora por favor cocina este guiso! Voy a invitar a muchos para que asistan a mi cumpleaños –le pidió de favor el roedor y se puso Paulina a guisar en la cocina que era tan apretada que ni apenas agachada o de rodillas cabía.
Llegaron prontamente todos los invitados y esos mismos invitados que nombró eran en mayoría hámster y conejos y una lechuza plateada hacía de pastelero cortando un soberbio pastel que se veía al fondo de la mesa que estaba llena de comida y se posicionaba al fondo de la ancha ratonera al lado de unos barriles de zumos. Paulina se fijó en que había también una zorra que cantaba y tocaba una guitarra para ambientar el cumple junto con un elfo que efectuaba una danza fantasiosa a su lado. La musaraña al final sacó el banquete y la mesa fuera y las sillas frente al claro boscoso en donde vivía y donde en mitad del mismo había una laguna.
Y Paulina y todos los invitados le siguieron y se instalaron al aire libre donde empezaron a picar, a bailar, a reír y a disfrutar debajo del sol y del arco iris que irisaba con belleza. Les encantó lo que les guisó Paulina que a diferencia de su madre se le daba bien la cocina y opinaron que tenía perfecta mano para semejante arte. Pero en el fondo la niña se sentía un poco apartada, sola y estaba triste. Vino la musaraña y le dijo animadamente:
- ¡Hurra! ¡Hurra! ¡Lo has hecho bien, bien! ¡Los invitados están muy conformes y satisfechos!
- Me alegro –contestó Paulina con educación y un tono de pena.
- ¿Qué te pasa, chavalita? ¿Y esa voz? ¿Y esa cara? ¡Conténtate anda!
- Me creía que esto iba a ser más divertido... ¿Cómo sabías que sabía cocinar?
- ¡Me lo contaron las deliciosas fresas antes de comérmelas! -chillo riéndose la musaraña-. ¡Odio los insectos!
- ¡Narices! ¡Eso estuvo mal! Ya te vale que nos dejaste sin nada a madre y a mí. A todo esto... ¿y qué más haré a parte de estar entre fogones y hacer de criada? –preguntó Paulina con inconformidad y su pelo frente a la luz exterior lució con poder como un collar de oro.
- ¿Para qué? –no supo Paulina cuál era el motivo.
La musaraña se limpió el hocico de mostaza y empezó:
- Cuando cae la noche suele aparecer una bailarina bailando ballet a la luz de la luna cuando el arco iris no está. Y no para de bailar hasta el amanecer que es cuando le fallan las piernas. Cuando sale el arco iris el traje se cubre de plumas y el cuerpo cambia su figura para pasar a ser un precioso cisne y por la vergüenza que siente se esconde por los cercanos bosques hasta que anochece. Hoy lo pasaremos bien por ser mi cumpleaños, pero la semana que pases en mi casita tendrás que coger antes del amanecer las plumas que desprenda el ave y guardarlas dentro de esto… –le dio la musaraña a Paulina una faltriquera que la chavala se ató a la cintura-. Dentro hay varias hadas encerradas y por eso es luminosa. Tendrás que meter una pluma cada día durante los próximos siete antes de que descoye el sol, agitarla y mojarla en el pozo de mi jardín, que es este claro de bosque –y señaló un pocito de piedra y después de varias preguntas le quedó claro a Paulina lo que tenía por hacer-. Y, por último, tendrás que darle a la lechuza de plata la bolsa para que ella se encargue con prudencia de protegerla y bien preservarla durante las madrugadas de los siete días.
Entonces la musaraña montó otra fiesta especial con otro pastel que cortó la lechuza de plata, acudiendo la madre de la niña, hámster, conejos y otros invitados y el zorro y el elfo montaron una orquesta en donde mostró sus artes danzarinas la bailarina de ballet que más adelante se casó con un atractivo príncipe. Paulina se hizo amigo de la musaraña y pidió perdón por robar las fresas, y en pago por lo bien que se portó la chavala, fueron invitados todos los años a los cumpleaños del roedor y fueron por siempre muy felices. FIN
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