La princesa mariposa
Mis amigables lectores, este cuento que os voy a contar, me lo transmitió mi padre y a mi padre se lo hizo saber mi abuela, y a mi abuela mi bisabuela, y si me voy más retrocedería mucho para atrás en la historia. La suerte es que lo he conservado y es esta siguiente narración que viene:
Todo empezó un caluroso día de primavera que el sol era tan fuerte que uno debía de llevar sombrero, como el sombrero que llevaba un joven cultivador que plantaba en sus huertos frente a su casita: nabos, zanahorias y hasta puerros.
Todo empezó un caluroso día de primavera que el sol era tan fuerte que uno debía de llevar sombrero, como el sombrero que llevaba un joven cultivador que plantaba en sus huertos frente a su casita: nabos, zanahorias y hasta puerros.
A parte del sombrero de paja, vestía un pantalón de peto verde sin mangas y con tirantes, altas botas negras por las rodillas y una ligera camisola, blanca como una paloma. Luis de nariz puntiaguda, sonrisa abierta y una perilla que era un hilacho de fino pelo bajo su labio trabajaba a destajo.
El cultivador plantó los nabos que le faltaban y unas zanahorias que le quedaban para que maduraran bien, y se dirigió al otro extremo de los cultivos para cultivar los puerros que llevaba encima. Luis en un comienzo no le resultó dificultoso, pero el último puerro que quería plantar se le resistía y no quería meterse en la tierra.
Y, claro está, Luis al ahondar en ese terreno y hacer una zanja asomó la cabeza de una lombriz que le dijo: - Creo que te has pasado cavando ¿Ves que no puede llegar tan bajo? ¡Ha destruido mi hogar! ¿Le parece poco?
- ¡No es su hogar! ¡Es mí huerto! ¡Mío! ¿No entiende, señora lombriz?
- Llevo viviendo aquí desde que he nacido, hombre grande.
- ¿Cuándo ha nacido usted, señora lombriz?
- Hace una semana.
- Yo llevo viviendo años y años y soy el dueño de estas tierras.
- Ya; pero mis antepasados, hombre grande –repuso la lombriz-, han vivido en este lugar durante siglos y siglos. Mi madre, mi abuela, mis bisabuela, mi tatarabuela, y ahora yo. Por nosotras, lo que crece de esta tierra es mejor al encargarnos todas de limpiarla y enriquecerla. Luis gruñó algo molestamente y se formó un silencio.
Ante las antipáticas y perpetuas exclamaciones que se soltaron, tanto a la lombriz como a Luis, les sentó a ambos igual de mal, reinando el desentendimiento. La lombriz que siguió con lo suyo interrumpió al cultivador cuando el hombre se quedó fascinado con una corona que halló justo en el momento que iba a plantar al fin el puerro cuando removió unos dedos más de abono: - Disculpe usted, pero esa corona que se está guardando en sus ropas no le pertenece –se opuso la lombriz.
La corona era de oro y con bellas incrustaciones de finos diamantes, aguamarina y joyas.
- ¡Es preciosa! –se sorprendió el cultivador con un brillo en los ojos.
- ¡No es suya como dije! –defendió la lombriz a capa y espada.
- Está en mí huerto, en mí tierra y por tanto es mío –aclaró Luis que le empezaba a molestar ese bicho fastidioso-. No cabe duda de que es mío, señora lombriz.
- Esa corona por motivos que ninguno sabemos –dijo la lombriz- ha acabado debajo de donde planta usted, hombre grande, sus verduras y hortalizas.
- ¡Y yo qué culpa tengo vamos a ver! ¡Esto es la repanocha! –se indignó Luis.
La lombriz le hizo saber a Luis que esa corona pertenecía a la princesa del principado donde vivían y que la bruja que dominaba esas fecundas comarcas había puesto una cuerda negra alrededor de esa patria para que nadie pudiera salir, y, si emigraba y pasaba esas fronteras alguien, se le maldecía.
Y la lombriz añadió a su narración: - La bruja convirtió en gusano de seda a la princesa que se escapó antes de ser pisada por ella. A través de la tierra muchas de mis hermanas y yo y criaturas también excavadoras ayudado a la princesa a escapar y la condujeron a los adentros de los bosques que hay frente a los huertos de usted. Y al gusano de seda, para tenerlo protegido, y sin que la bruja lo sepa, la cual vaga por este principado sin vergüenza y procreando el mal, le escondieron en la parte más honda y deprimida de esas selvas densas y boscosas.
- ¡Eso es un riesgo, señora lombriz! El gusano de seda ése o sea la princesa, quiero decir, morirá si la encuentra la bruja y eso es probable por muy escondida que esté.
- Esperamos que no se ha visto y esperamos a que se transforme en mariposa...
- ¿Y entonces qué, señora lombriz? ¿Qué pasará cuando se transforme en mariposa?
La lombriz que se meneaba entre el barro dijo: - Esperamos la mayoría del principado o, los que lo sabemos, que según la maldición de esa bruja, si el gusano pasa a ser una mariposa y es mariposa durante un día y una noche otra vez se revertirá en princesa, hombre grande.
La lombriz también le dijo a Luis que el tiempo que faltaba para que fuera mariposa tenía que cumplirse a lo largo de la primavera que acababa de comenzar. El cultivador se quedó con el misterio de la historia recién contada, negociando con la lombriz que podía vivir en sus tierras de cultivo a cambio de que le siguieran limpiando la tierra y la lombriz le pidió que guardara con cuidado la corona de la princesa, aceptando Luis el trato.
Una de esas mañanas, Luis fue a caminar por los bosques al sentir que lo necesitaba. Entonces, al bajar un terraplén, con imprevisión, el cultivador, vio que había un bulto alojada en medio del tronco viejo y viscoso, que era una asquerosa larva, protegida entre el follaje.
Alrededor de la crisálida la oruga tenía como hilos sucios que la abrigaban. Luis se quedó fijo y era el insecto del tamaño de la mitad de un niño en longitud. El cultivador se mantuvo un rato mirando y se dijo esa era la princesa.
- Si pudiera poner un granito de ayuda para hacer un palacio de beneficios –dijo Luis y recogió durante la vuelta alguna semilla para sus plantaciones.
Durante unas semanas el tiempo fue pasando sin resultados y Luis no hacía más que trabajar en sus cultivos y que no se le arruinaran. El inconveniente fue cuando la bruja sembró una ceniza negra sobre las chimeneas y los lagos y los ríos y los campos, infectándolos con una malicia inefable.
Muchas personas dentro de sus casas enloquecieron por la maldad y la venenosa hechicería que repartió la bruja, muchos peces murieron flotando en las aguas de afluentes, y cientos de animales aparecieron desangrados por los campos del principado.
La bruja podía salir durante el alba o a medianoche y Luis que era de no tantas compañías y huérfano de familia viva, pues intentaba salir a sus huertos o afuera a media tarde o al mediodía. Una de esas veces se animó a recoger cerezas al haber un cerezo por las cercanías de su casa.
Fue durante una mañana de final de primavera y donde tuvo que volver pronto a casa al nublarse los cielos y caer una tormenta fuerte que hacía desaparecer al que lo tocara, pues hasta el propio clima la bruja lo manipulaba. Poca fruta cogió Luis por el camino y de regreso uno de los truenos enviados por la bruja casi lo calcinan, quemando a su paso el remanso de cabras de un cabrero que volvía de sus labores.
Antes de meterse en su casa, Luis rodeó los huertos y donde los puerros le habló la lombriz: - Siga usted conservando la corona que la princesa debe ser coronada para su liberación, hombre grande.
- La tengo al fondo del armario más resguardado, señora lombriz –dijo Luis.
La lombriz le repitió que era vital que la protegiera y que debía la princesa ponérsela sobre la cabeza para retornar a su linaje y ser de nuevo la soberana que fue. Luis la resguardó con conciencia y deseó que algún día aquello se solucionase.
La mañana siguiente a semejante devastación reinó el sol en el cielo abierto y se escucharon los cantos de los pájaros que llenaban los bosques de colores con vivacidad tras horas de incontenible tensión, muertes y silencio. Entonces las gentes libres de la nación salieron a la hora del almuerzo que es cuando la bruja más ausente se mostraba.
Y, claro está, movidos por las canciones de las musicales aves acabaron conglomeraciones de habitantes y centenares de animales rodeando el árbol donde el enorme y amarillento gusano de seda comenzaba a abandonar su repugnante cáscara para resurgir, delante de sus miles y miles de fascinados observadores, en forma de mariposa.
La mariposa era de una lindeza nunca antes vista y llena de colores vivos. Al aletear lleno todo de una resplandeciente polvareda y surcó los cielos. Luis comentó con las gentes y con los congregados que debía de esconderse para no ser liquidada por la bruja.
Luis no pudo evitar sufrir por este hecho, quitando que desde hacía poco estaba aislado del exterior. Durante ese día cada uno de los ciudadanos y seres libres que habitaban sobre el territorio que fue de la princesa seguían temerosos por ella. El cultivador, esa tarde, antes del anochecer, regó parte de sus cultivos y vio que algo brillaba en el cobertizo.
Al ir, vio a la mariposa que era grande como un águila. Luis la acogió en su humilde casa y cuando llegó el amanecer el bello insecto volador fue revertido a su origen y sobre el sofá que descansó se despertó una princesa joven y preciosa. Luis y ella se miraron y por la gracia del favor se conocieron con las horas y el cultivador le entregó la corona.
A los pocos días, las nubes se arremolinaron y hubo tragedias y más muertes y algunos lagos se cubrieron de sangre y le ocurrieron a ciudadanos de ciudades de esa patria bastantes desgracias. La princesa reunió a su pueblo en lo alto de la loma de una montaña donde en otro tiempo tuvo su castillo, desintegrado por la bruja.
En esa cumbre la colocaron la corona sobre la cabeza delante de sus antiguos consejeros y leales, y al volverla a coronar a la princesa, el pueblo aplaudió, y la bruja, sin salvaciones, al descansar la corona sobre la frente de la soberana, se desintegró y en el principado reinó la paz y el progreso, haciéndose el cultivador íntimo de la lombriz que colaboraban ambos por el bien de los huertos.
Como iba diciendo, Luis fue amigo de la princesa y nunca le faltaron riquezas en cantidad y salud, volviéndose sus cultivos los más famosos, habiéndole comprado mi abuela, mi bisabuela o mi tatarabuela verduras y hortalizas al cultivador, que las contó a algunas de ellas esta historia verdadera que os he contado, la cual, como detallé antes, me transmitió a mí mi padre.
Tienes alguna páginana para vender. Me encantan los cuentos y este es fantástico
ResponderEliminarEstimado/a y querido/a lector/a. Debería publicar un libro de cuentos. Si te interesa cualquier asunto de literatura me puedes escribir también a mí WhatsApp 644388548
EliminarSi publico cosas te aviso. mi Instagram es albertobutlercocaescritor
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