La encantadora
De ese modo, la niña dejando la flauta debajo de la cama y después de haberse saciado bebiendo y comiendo se tumbó en la camita, y antes de darla tiempo siquiera a pensar, se quedó irremisiblemente dormida. Estuvo así durante los días que vinieron y después de esos días permaneció de ese modo largo tiempo. Había ocasiones sin embargo en las que si tocaba la niña hasta más tarde de medianoche se encontraba tendida en un costado de su lecho trajes y vestidos formidables engarzados con pepitas de oro y de brillante pedrería que destellaban y refulgían. Y asimismo zapatos increíbles y otras inconfesables maravillas. Una vez, la hora previa al anochecer, le preguntó la ardilla, porque a veces pasaba a hacerla una visita: - ¿Cómo estás? ¡Hace una buena noche de primavera! ¿Te importaría hacer algo por mí? ¿O sería mucho pedir, pequeña niña?
Con los nervios se le cayó a la chica el brazalete en el comedor. Lo bueno es que la niña al ser pequeñuela cabía por cualquier rincón y se metía debajo de las sillas, esquivaba estanterías y saltaba sobre mesas y sofás, y cuando vio la oportunidad de escaparse por el gran portón por donde entró, lo hizo esquivando al ogro que la quería engullir y cogiendo el brazalete del comedor, con el objeto bien aferrado entre los dedos, se fue al jardín donde al final del mismo diferenció la rosa con el tallo de plata.
Fue tanto sin embargo lo que lloró la chica que el charco que se formó en el suelo originó un espejó y observó en el agua que la ardilla estaba posada sobre el tejado de su casita-árbol, y que mientras ambos se miraban, una pluma cayó sobre el charco y sin explicación la rosa roja se le soltó a la chica sin querer de las manos.
Nada más mojarse el tallo de la flor, cuando rayaba el alba, surgió de allí un árbol que abrazó con sus ramas a la niña. La ardilla le hizo una señal a la pequeña indicándola que pusiese el brazalete entre unas de esas ramas. No dudó la chica en cometer tal acción, y cuando lo logró, vio que las ramas se convertían en dos brazos y que el tronco retomaba el aspecto de un cuerpo humano al tiempo que se desvanecía en el aire la flauta.
Entonces vio que la rodeaba y abrazaba cariñosa y festivamente un príncipe lozano y guapo que la pidió la mano, casándose y viviendo ambos los mejores días de sus vidas, llevando consigo siempre a la ardilla que era el ángel de la guarda y reencontrándose la niña más tarde con sus padres al poder encontrar el camino a casa. FIN
Que bonito cuento sobretodo porque siempre me han gustado no solo por la fantasía sino porque no pierdo nunca la esperanza de encontrar algún día mi príncipe azul ...
ResponderEliminarMe alegro que te guste! Nunca hay que perder la esperanza por nada! Un cariñoso abrazo !
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