Bildi Pellejo de Lobo parte 2

En otra situación, contemplaron el hombre salvaje y Grumo, que una de las patas de un escarabajo se enganchó a una uva que quería coger y, al quedarse atrapado el miembro, el afectado permaneció colgado como un limón y gritaba tanto que producía horror presenciarlo.
      Grumo mordió la rama y casi la arrancó. Bildi remató la faena partiéndola y el escarabajo se libró del mal susto e insistió tanto que, a pesar de la fealdad de Bildi, les invitó a uvas y así pasaron con el insecto un estupendo rato. 
      Más tarde, cerca de un lago próximo durante su caminata, despegaron un alga a un pato que pedía auxilio, pues se le pegó a una pluma y no había forma de quitarla al haberse secado y enquistarse entre el plumaje. Pero animaron al patito al fin a bañarse y cuando las plumas se humedecieron les resultó más fácil a Bildi librar al animal del alga que tantas molestias le originó. 
      El pato luego les presentó a sus colegas del lago de más allá y muchos al distinguir al hombre salvaje se asustaron, aunque al notar que era una beneficiosa persona quedaron en que merecía la pena, olvidando su repugnante aspecto y picando cada una de las numerosas migas que Bildi con estima repartía, quitando también del pico un trozo de cuerda de mimbre que se le quedó metida a un ganso que se lo agradeció con holgura a sus salvadores regalándoles una pluma que prometió que tenía un especial poder. 
      ¡Bildi la guardó como oro por el amable gesto del ave! ¡Y Grumo se tuvo que contener para no jamarse al ganso como si fuera un trozo de jamón serrano! De ese modo los animales y las gentes fueron conociendo a fondo a Bildi y a Grumo, teniéndoles en consideración no por la imagen sucia que presentaban, sino por lo buenos samaritanos que se mostraban. 
      Lo que les llenó de coraje al zorro y a su amo es la vez que se cruzaron el cuarto año con un viejo que decía haberse caído de un puente y fueron a tenderle auspicio al encontrárselo postrado clamando socorro. Pero, cuando Bildi fue a tenderle la mano para levantarlo al haberse roto el pobre viejo las rodillas, el señor se asustó tanto al mirar a un monstruo medio hombre con una barba piojosa, unas ropas raídas y unas uñas ennegrecidas que gritó del miedo que tenía, aunque al ver que Bildi gozaba de un cálido corazón se fue serenando el viejo y le construyó su salvador unas muletas de madera para que pudiera desplazarse al tiempo que con la colaboración de Grumo le curaron con detalle parte de las dolencias recolectando hierbas medicinales y otros remedios silvestres que le aplicaron. 
      ¡Y en pago el viejo les regaló unos botes de mermelada al acompañarle éstos hasta su lejana vivienda a clara distancia de las montañas! ¡Pero fue formidable! ¡Y qué rica les supo a Bildi y a Grumo la mermelada de frambuesa y naranja!
      Otra vez que, ambos andaban por las fértiles honduras de esas selvas de arboledas, casi en el quinto año de su inexorable promesa con la bruja y araña Gloti, descubrieron una peculiar casita a la que no dudaron en curiosear acuciados por el misterio. La casita de una planta era de cristal y el tejado era de millones de colores tantos cuantos podía uno fantasiosamente imaginar siendo en verdad joyas y diamantes. 
      La chimenea fabricada con brillantes perlas expulsaba un rico aroma dulce y una polvareda refulgente y plata se confundía con las copas de los árboles. Cuando llamaron Bildi y su zorro a la puerta, les abrió una hermosa señora con un largo cabello platino, ataviada con una cofia, un traje translúcido, unos zapatitos dorados y engarzados sus prendas con pepitas de oro. 
      Les recibió de muy buen grado y su sonrisa era una sonrisa que iluminaba el mundo entero, y aunque omitió su nombre en un comienzo sin embargo luego dijo llamarse Melis. Y lo que más le chocó a Bildi y a Grumo es que la señora no se asustó al mirarles como la inmensa mayoría y el hombre salvaje se comportó con la bondad y amabilidad cotidianas. Tal es así que Melis les ofreció que arreglaran su jardín que tenía tantas malas hierbas que no se podía ni regar. 
      El zorro y Bildi se pusieron manos a la obra, y al cabo de varias horas laboriosas donde se mancharon hasta las orejas, dejaron todo lindamente, con el césped corto, las plantas podadas, y hasta abonado y bonito. Luego Melis les pidió que limpiaran de suciedad el tejado y se ocuparan de barrer y abrillantar el porche, favor que cumplieron al pie de la letra.
      La mujer se quedó tan contenta que pensaba que jamás lo dejarían así de bien y se sorprendió al ver que, no sólo eran trabajadores y generosos, sino que eran honrados al no robar ni una joya de las que lucían sobre el tejado. Antes de que cayera la tarde declaró Melis con satisfacción: - Ha sido un placer teneros en mi hogar y juro que, por vuestra honestidad y generosidad, os recompensaré con holgura como os merecéis. ¡Descuidad que el día que menos creáis, adorables amigos, recibiréis a bien lo vuestro!
      Nada más expresar Melis la exclamación se volatilizó ella como desapareció su casita en un tris tras una centelleante cortina de magia que perduró lo que dura el chasquido de un dedo. Bildi Pellejo de Lobo y Grumo se anonadaron, pero se sintieron más dichosos que antes y una antorcha de esperanza se encendió en sus marchitos y apagados corazones.
      Y las siguientes mañanas prosiguieron en su contribución con los pobres, los desfavorecidos, con las criaturas que necesitaban cuidados y atención, con los que convivían con la soledad y los que luchaban contra alguna enfermedad. Al correr así los seis años que negoció el hombre salvaje con Gloti, Bildi se presentó con Grumo en la morada de ésta durante un ventoso anochecer y, presenciaron con la caída del sol y después de un baño en el preferido estanque de ambos, como la bruja sobre su escoba torcida y roñosa, se transformaba en la conmensurable tarántula bajo las sombras de la joven nocturnidad. 
      Entonces bien, Grumo anunció cuando Bildi Pellejo de Lobo le dio el permiso para pronunciarse al darle dos cariñosos toquecitos en el lomo al animal: - “Mi amo ha cumplido con su promesa, con su palabra. Acordasteis que si durante los seis próximos inviernos no se cortaba las barbas y uñas y si no se limpiaba podría pedir lo que quisiera y ahora, obviamente, ha llegado el momento.” 
       - “No tan rápido, salvaje idiota… ¿Quién dice que lo que prometo acaso lo cumplo?” –contestó Gloti con cinismo mirándoles con sus docenas de penetrantes ojos-. “¿Quién dijo que sería leal a mis palabras? ¡Lo que sois es unos ingenuos!” Y la araña displicentemente lanzó una carcajada hueca que rebotó por las cercanías y creó un horroroso eco. 
      Bildi se tuvo que tapar los oídos para no quedarse sordo y el zorro gruñó con desacomodo y antipatía. Entonces bien, cuando Grumo iba a rebatirle a Gloti tal despropósito, Bildi Pellejo de Lobo con inquina se abalanzó sobre la tarántula y asiendo una piedra afilada de un arbusto que es lo primero que encontró a mano y con el mayor odio que reunió se la tiró con tanta fuerza al arácnido que la punta del arma se clavó en la cabeza del bicho y casi lo mata. 
      Bildi ganaba posiciones aunque la tarántula al ser tan fuerte sus patadas eran letales, y mientras algunos lobos que bajaron de las montañas se enfrentaron con audacia a otras arañas, fluyó la sangre y se amontonaron los caídos en el fragor de la batalla. El hombre salvaje no paraba de esquivar los mordiscos de Gloti que a cada rato se encolerizaba más y bufaba con enojo y rencor por los puñetazos del ágil rival. 
      La tarántula malhumorada contraatacó dolorosamente contra su atacante. Bildi retrocedió y el zorro (que andaba combatiendo por las cercanías en mitad de la lucha) se sumó y mordió en el grasiento abdomen a la araña que chilló de dolor, pero le remetió tal patada con varias de sus patas gruesas y peludas que tumbó a Grumo de una y cayó el zorro como un saco. 
      Bildi al ver a su animal noqueado tiró las piedras que iba cogiendo, reventando a muchas arañas que emergían de la morada de Gloti para apoyarla y defenderla chillando y enfurruñadas. ¡Uh era espeluznante! ¡Vibraba hasta la blanda tierra de todas las que salían causando el terror y sembrando maldad! Bildi, tanto en cuanto creía que las numerosas manadas de tarántulas y arañas les despedazarían y que Gloti se le comería a él y a Grumo y a los pocos lobos que combatían, y entonces empezó a amanecer y los primeros rayos diurnos como flechas ardientes que procedían del cielo desintegraron a Gloti y a sus siervas que se consumieron como la madera bajo las llamas. 
       Desde esta dura pugna se libró el país del mal y se venció a la bruja Gloti que nunca dio su reaparición. Bildi Pellejo de Lobo y Grumo se amistaron con los lobos y con la ayuda de ellos fueron reforestando los daños que provocaron las tarántulas y con el transcurso del tiempo todo fue volviendo a su cauce y la malevolencia que gobernó en el pasado, por fortuna, expiró. Pero Bildi se sintió ninguneado al saber que Gloti no cumplió con la promesa, aunque el día que menos imaginó apareció delante de su puerta Melis y le dijo: - “¿Recuerdas, noble hombre, la vez que me cortastéis mi jardín y me apañastéis el tejado? Pues dije que recibiríais lo vuestro y así es.”
       Y sin añadir más, Melis le tocó con un dedo las barbas a Bildi y tanto sus barbas como sus legañas y su piel y su sucia imagen en general se limpiaron de nuevo y regresó a su aspecto aseado y vistoso de siempre, impregnando en aquel hechizo bonanza y salud para Bildi y Grumo que tuvieron un admirable porvenir. 
      Melis proclamó delante de los seres del bosque que siempre serían bien acogidos en su casa y no había semana que éstos no pasaran a tomar algo con la fantástica señora y a reírse de lo que lloraron, homenajeando en el inicio del otoño (que era la primera estación anual) a la reina de las hadas y a las hadas que sucumbieron. 
      Bildi Pellejo de Lobo, al envejecer nunca abandonó las tierras que le contemplaron nacer, y se construyó junto con Grumo una guarida en lo alto de la más eminente cumbre de las montañas donde vivieron hasta el final de sus felices días siendo considerados héroes por los lobos. 
      Y escribiendo todas estas hazañas descritas con la pluma con que le obsequió el ganso por su favor, y enriqueciendo ese país gracias a las maravillas y a las joyas que escondía el fondo de aquel estanque que tanto frecuentaban, pero Bildi y el resto sabía que sin la reina de las hadas y sin las hadas ya aquel país no sería lo mismo... 

         FIN

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