El rey de hielo
Hacía un puñado de tiempo un rey vivía en un país helador y tenía por compañía a diez pingüinos que hacían las funciones de sirvientes y de amigos a la vez. El señor tenía un palacio de hielo donde comía, descansaba y dormía dignamente. Los pingüinos iban de aquí para allá, sirviéndole los almuerzos a su amo, limpiando estancias y ocupándose de los cientos de tareas que demandaba la ingente residencia del monarca. El rey si se sentía algún día indispuesto valía con chasquear un dedo y uno de los cuantos pingüinos se presentaba ante él para servirle. Lo que siempre golpeaba el ánimo del monarca era la tristeza y las continuas depresiones. El mandatario se cansaba de pasear solo y sin compañía bajo sus fastuosos y fríos techos donde caían estalactitas. La inmensa razón era que hacía tiempo la corona del rey se descongeló y desde que le pasó, los sirvientes que tanto le mostraron lealtad y servicio desaparecieron de una mañana a otra como si la tierra ...