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Mostrando entradas de mayo, 2022

El hilo de oro

Ha bía una vez un niño que todas las noches su madre le leía un cuento. Lo más pesaroso de todo es que la mujer por mucho que se tirara horas recitando historias para su pequeño no encontraba la forma de que se durmiera. Casi al final de año una noche más en la que la madre se quedó dormida delante del chico, se despertó y vio que su hijo estaba cubierto de pelaje desde las piernas hasta el semblante.      -  Hijo, hijo... ¿Qué te ocurre? –le preguntaba la madre que se retorcía de preocupación por ver tan mal a su hijo y no obtener respuesta, teniendo la fortuna de que a veces el chico se reanimaba, le hablaba y ocasionalmente hacía vida.  Sin embargo, otras veces, el niño no contestaba por mucho que le hablarán y a lo que llegaba era a balbucir oraciones incomprensibles que la madre no descifraba.  La madre tan desesperada: le llevó a médicos, especialistas del pueblo donde vivía al empeorar el joven; pero el resultado fue que todos le dijeron lo mism...

Los hermanos de hojalata

Érase una vez un matrimonio que ambos eran alfareros y vivían en un país muy húmedo y lluvioso. Desde hacía bastante tiempo les ilusionaba tener hijos y, al cabo de intentarlo varias veces, concibieron a dos niños que eran idénticamente iguales, aunque no eran humanos sino de hojalata. Con el tiempo fueron creciendo y un amanecer le acompañaron al padre a pescar después de elaborar una vasija que era la mejor que fabricara el alfarero en vida.     Lleno de júbilo y orgullo el hombre se fue alegremente con sus pequeños a tirar la caña y, al poco, pescaron una perca de las proporciones de una yegua, que nada más salir del agua les habló tan grande y visible como era: -`¡Hey! Gluc… gluc… Mira que os agradezco que me hayáis sacado, visto que, por desgracia, me perseguía un pez más grande que por poco me caza. Pero ahora que estoy ante vosotros os ruego que no me cocinéis y comáis. Gluc… gluc…´    `-¿Y eso por qué? ¿Por qué no deberíamos?´ -dijo el alfarero.  ...

El joven prestidigitador

Hab ía un hombre de temprana edad que era prestidigitador y viajaba por pueblos y ciudades a hacer juegos de manos y otros maravillosos trucos. Iba siempre con su sombrero de copa alta y con un traje brillante y de colores que despedía relumbre y magia.     Allá dondequiera que fuera el prestidigitador los niños le adoraban y le pedían más y más trucos y más y más peripecias tantas cuantas deseaban los críos que alucinaban y se encantaban con los impresionantes juegos del artista. ¡Encima a este hombre nunca le faltaba una palabra agradable y menos una sonrisa radiante! ¡Era genial!, y es lo que admitían y opinaban todos los que le conocían y conocieron.     Hubo una ocasión que el prestidigitador llegó a un pueblo reducido casi al margen de los tumultos y de los bullicios de las grandes ciudades en las que, por el contrario, estuvo las semanas anteriores. Ahora el joven se hallaba en una población campestre, en medio de la montaña y el campo, y de gentes s...

El hombre verde

Érase una vez un lechero que por el desastre de un torbellino que arrasó sus tierras perdió a sus seres queridos y a la mayoría de su ganado excepto a una vaca. La vaca, que era su animal más querido y apreciado, sobrevivió al desastre de pura chiripa por refugiarse con su amo en el cobertizo que era el lugar seguro de la lechería y de los alrededores.     Meses estuvo el lechero llorando la muerte de los familiares y la vaca y él eran los únicos que se tenían el uno al otro. Lo cierto es que, al haberse destruido todo lo que poseía, el hombre padecía una terrible pobreza y no podía siquiera vender al animal que estaba flaco y malnutrido.     Pero que con el tiempo, la siguiente primavera, pastó mejor y ganó el peso bajado y el lechero consiguió recuperar una minoría de sus maltraídas cosechas aun a riesgo de haber podido perder todas por completo. A sí pues, la estación primaveral les brindó al lechero y a la vaca esperanza y un período recuperable de bona...