El sucio trasgo
Érase una vez un bondadoso rey que tenía a varias hijas todas ellas preciosísimas y, sobre todo, la de menos edad, que de lo bella que era cualquier joven, hasta el sol y las nubes, se prendaban de sus maravillosos encantos. La chica se llevaba muy bien con las hermanas, pero solía jugar mucho por fuera del palacio donde vivía y se pasaba casi el resto del día. El rey solía montar mucho a caballo con sus hijas cuando no salía de caza, pues por los alrededores abundaban mucho los campos y bosques. A no tanta distancia del palacio fluía una cascada en la que el agua caía y su sonido producía tranquilidad y eso le gustaba a la menor de las princesas que sola se iba a relajar a aquel lugar apartado y encantador. Muchas veces la joven llevaba consigo un peine para peinarse el cabello, fijándose en el reflejo que le espejaba el agua. Eso a ella le apaciguaba mucho y la melodía de los árboles le mecía en una imperturbable paz. P...