Jazmín
H abía una vez una princesa que era tan hermosa que aun ningún verso era capaz de hacerla verbo. Nunca tuvo un pretendiente al dar por hecho que ninguno estaba a su altura ni era lo suficiente lindo y merecedor para ella. La llamaban por el reino Jazmín y no había hombre que no deseara su mano y se prendara de su incalculable belleza. A los castillos que Jazmín visitaba los caballeros se le rendían a los pies para esposarse con ella y la princesa engreída se negaba hasta ante el más gallardo y bello hombre. El problema es que las veces que Jazmín se dejaba ver luego recibía un montón de cartas y visitas para ella, las cuales acababa rechazando y la mayoría de las misivas las quemaba en la chimenea de su recogida y lujosa alcoba. Aun a veces Jazmín se cachondeaba de la cantidad de pobres hombres que fueron tras ellos, tachándoles de charlatanes y pesados. La princesa tenía el ego tan alto como un tornado que se hacía inaguantable. Su padre, el rey, que era un hombre cuanto m...