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Mostrando entradas de octubre, 2021

Príncipes negros

En un reino muy bello aunque decante reinaba parcialmente un rey que por aquel entonces tenía muchos varones como hijos que eran todos ellos príncipes malvados a excepción de una hija, que por el contrario, estaba colmada de lindeza y de buen corazón. Los destellos del día se plasmaban en sus ojos, el rostro era adorablemente agraciado y decían que cuando cantaba hacía brillar los ríos, iluminaba y alegraba a los tristes y hacía florecer los árboles. Todos la conocían bajo su nombre: Maril. Intentaba, siempre que la joven podía, distanciarse y no relacionarse con la vida de castillo y con el resto de su familia y de la realeza, porque a todos ellos les corrompía la traición, la codicia y la malignidad.       Y, claro está, para verles lo menos posibles en esas ocasiones se iba a dar largas caminatas por las praderas que rodeaban el palacio de su padre que era tan anciano, que, aún siendo el soberano de esas tierras, poseía menos potestad y mandato por la vejez y la mu...

La Mujer de la Costa

Una vez un capitán de un buque de guerra naufragó y sus hombres fallecieron ahogados. Él fue el único superviviente y, para cuando se despertó, se hallaba en la playa de una isla. Vagó por aquel lugar, apartado de la civilización, dentro de la inmensidad del mar, distinguiendo al fin, tras recorrer leguas y leguas de selva, una choza deslustrada por los años, que se ubicaba en una de las costas de la recogida isla.      Antes de llamar a la puerta, una anciana jorobada, de nariz prominente y con un sombrero mínimamente picudo, sin previo aviso, le abrió. - ¿Qué hay, señor? –dijo con una sonrisa arrugada-. No ha hecho falta ni que haya llamado. Le visto desde lejos. ¿Es usted militar? - Sí, cierto, señora. Mi buque se ha hundido camino de mi patria por derribarnos la flota una inmensa orca... Mis marineros, lamentándolo, han muerto. He sobrevivido por poco, pero me siento morir por mis chicos caídos. - Ay, eso es una lástima… - ...

Golbo

Había una vez un rey de corazón frío que tuvo tres hijos y uno de ellos, el menor, nació contrahecho al fallecer en el parto la reina. A parte de odiarlo culpándole del fallecimiento de la madre del pequeño príncipe también le repudió y le desterró a las profundidades del bosque por ser horrendo y distinto, encerrándole en unos calabozos construidos expresamente para la situación. El desdichado príncipe lloró y con los años se fue afeando cada vez más hasta volverse un monstruo horroroso e irreconocible.        El calabozo se situaba en una parte tan abismada del bosque que apenas llegaba la luz diurna y estaba siempre el lugar en una nublada negrura, alimentándose el monstruo de los restos que le dejaban cada mes unos soldados entre las rejas de la prisión. Como cualquiera que le veía le tenía miedo, nadie era el voluntarioso que se prestaba a escucharle o a relacionarse con él. Y la realidad es que si le mirabas asustaba demasiado. Se le conocía bajo el vulgar...

Juan el Generoso

Un buen día Juan salió de su casa con una barra de pan, un queso, unas lonchas de jamón serrano y unas onzas de chocolate. Cuando hacía su habitual recorrido para ir hacia su escuela se encontró con un lechero. El lechero simpático, y por ello muy astuto, le pidió pan sin ofrecerle ni una peseta. Juan sin exigir nada a cambio le tendió casi media barra y el lechero se rio con fuerza intentando parecer más amable y se largó tan rápido como había venido.        Después Juan pasó junto a un carromato donde había montado un tenderete donde un quesero vendía con orgullo sus quesos. Éste al ver el excelente queso del muchacho le pidió que le diese algo a cambio por aquella delicia curada. Juan cedió y le regaló el queso, pues no quiso recibir nada ni se le antojaba cosa alguna, todo generoso. El quesero se despidió sin agradecerlo y desapareció. Juan, que iba pensando en sus cosas, continuó su camino hasta dar con un pueblecito pequeño en el cual había una espléndida fuent...

El soldado jardinero

Un soldado que fue de los pocos sobrevivientes de una sangrienta guerra escapó de la forma que pudo y a duras penas. Sus camaradas cayeron uno por uno y él, milagrosamente, fue de los afortunados. Aunque aquí no acaba todo, pues cuando logró escapar se equivocó de camino y en vez de llegar al país al que pertenecía, terminó frente a una casa que estaba entre unas arboledas en medio del campo, en otra patria extranjera.        El soldado estaba peligrosamente perdido, daba vueltas y retornaba al mismo lugar, los árboles formaban laberintos a su alrededor, liándole, confundiéndole, y llevándole al mismo tiempo a una desorientación constante. - ¿Cuál es el camino que habré optado? –se preguntó el soldado bajo las anchas ramas de las arboledas tras dejar a parte aquel terreno tan vegetativo y profuso-. ¿Cómo demonios he terminado en esta región?...        De súbito, el soldado echó un ojo alrededor y vio, a un lado, entre las ramas de unos a...

Las mujeres flores

En un lugar muy fecundo fueron convertidas tres hermanas en flores en el verde de un ancho jardín, pero la mayor de las tres se le concedió el permiso de que durante las noches de luna podría dormir dentro de las paredes de su casa como humana, como mujer (y a veces había noches que seguía siendo flor). Ella intentaba que esas horas se hicieran eternas, pero pasaban con tanta cortedad que cuando menos lo pensaba se encontraba que al nacer el día tenía que salir afuera para reconvertirse en flor y morirse del calor, aguantar el inoportuno viento, y no poderse mover ni una pulgarada.        Encima como seres inertes debían de mantener la compostura y mantenerse en su puesto: rectos y enhiestos. Las flores como plantas que eran no tenían la capacidad de hablar y la plena virtud de relacionarse y tenían que aguantar el zumbido de las abejas, los bocados de los bichos, y el pisoteo y el ataque de muchos herbívoros. La mayor de las tres sufría mucho por las de meno...