Príncipes negros
En un reino muy bello aunque decante reinaba parcialmente un rey que por aquel entonces tenía muchos varones como hijos que eran todos ellos príncipes malvados a excepción de una hija, que por el contrario, estaba colmada de lindeza y de buen corazón. Los destellos del día se plasmaban en sus ojos, el rostro era adorablemente agraciado y decían que cuando cantaba hacía brillar los ríos, iluminaba y alegraba a los tristes y hacía florecer los árboles. Todos la conocían bajo su nombre: Maril. Intentaba, siempre que la joven podía, distanciarse y no relacionarse con la vida de castillo y con el resto de su familia y de la realeza, porque a todos ellos les corrompía la traición, la codicia y la malignidad. Y, claro está, para verles lo menos posibles en esas ocasiones se iba a dar largas caminatas por las praderas que rodeaban el palacio de su padre que era tan anciano, que, aún siendo el soberano de esas tierras, poseía menos potestad y mandato por la vejez y la mu...